lunes, 20 de febrero de 2012

Capítulo 18.

SAM.
Estaba llegando a casa de Zoe. He de confesar que estaba un poco nervioso. Mucho, para qué negarlo. ¿Se habría reconsiderado lo de ser mi novia? Quizás aceptó por el momento, no porque me quisiera.
Dios, tengo que tener más confianza en mí mismo - me reprendí mentalmente.
Al llegar a la casa toqué el timbre.
-¡¡¡Francisco!!!- escuché gritar a Zoe, y creo que todos los de la manzana también.
Me abrieron la puerta. Era un hombre bastante joven. Pelo marrón corto, parecido al color del de Zoe, alto, fortachón. Fran, el hermano de Zoe.
- Hola, muchacho- me dijo serio. Mierda. No había pensado en él. Antes, como vigilaba a los pretendientes de Zoe era mi Dios. Ahora...¿ahora? No sé. Tenía miedo. ¿Que pasaría si no le gustaba? No. Nadie me va a alejar de Zoe, nunca.
- Hola, señor- el miedo me traicionó y acabé portándome como todo un mojigato. Empezamos bien.
- Pasa-  se movió un poco para permitirme pasar.
- Fran...- Zoe vino por atrás. Se veía hermosa.- No tienes que hacer esto- se quejó.
- Sí. Ya hemos hablado de esto. ¿Quieres salir con él?- le preguntó enfrentándola. Miré hacia ella. En ese momento estaba pensando en que iba a decir que no, que ayer se equivocó. Pero me sorprendió contestándole con un simple y claro <<>> antes de subir corriendo las escaleras.
- Siéntate, Samuel- dijo después de un rato. Se le veía que quería a su hermana y que todo esto era por su bien. Sigue siendo mi Dios. Sí.- Y no me llames señor, tampoco soy tan viejo- dijo con una sonrisa. Bueno, no era tan malvado.
No me había fijado en el salón. Era bastante bonito, pero se notaba que tenían un presupuesto bastante limitado. Había un sofá de tres plazas en el medio de dos sillones. Una pequeña mesa de cristal en el medio, donde había un motón de revistas y los mandos de la tele y derivados. Y, por supuesto, la tele, en la pared. En ella era donde más se notaba que andaban justos de dinero. Era pequeña, mucho, más incluso del tipo de las que se ponen en las habitaciones. Dejé de inspeccionar la habitación para prestar atención a la pared humana que tenía delante.
- Bien, Sam...- tomó un profundo respiro y siguió-  Yo soy conocido porque siempre voy directo al grano. Así que, ¿qué quieres con Zoe?
-¿Cómo que qué quiero?- no lo seguía. Mis neuronas estaban fritas. ¿Dónde estáis cuando os necesito? 
- ¿La quieres?
- Sí- respondí automáticamente. Eso era de las pocas cosas de las que estaba seguro.
- Bien- se pasó una mano por la cara, como tratando de recomponerse, o como si estuviera cansado de algo.- ¿La amas?
-Con toda mi alma, más de lo que creía posible querer a alguien- iba a responder otro <<>>, pero pensé que él, como hermano mayor y protector de Zoe, iba a sentirse mejor si le contaba la verdad. Que estaba total, incondicional e irrevocablemente enamorado de ella.
- Eso me gusta más- dijo con señal de aprobación.- No la dañes más, Sam.
-Yo nunca le haría nada que le hiciera sufrir.
-Ya sufrió demasiado- murmuró mirando para el suelo con culpa. Eso me dejó intrigado. ¿Quién le habrá hecho daño?
- ¿Cómo es eso?- no pude evitar preguntar. Él se levantó de golpe y se paseó nervioso por todo el salón. Ahí me di cuenta de que lo había dicho para sí, que no lo había dicho para que yo lo escuchara, que yo no debería haberlo escuchado.

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